René Moya /Chile

Stament 
Mi primera y temprana aproximación al dibujo, fue natural y espontánea. Luego, al descubrir en los artistas ese talento mágico, de hacer aparecer en un papel mundos ficticios que se veían reales, desde los monos de historietas, hasta los mas depurados paisajes o descriptivos mundos inventados, reales o mágicos, que daban a pensar que cualquier cosa era posible. Las revistas de comic, las caricaturas de los programas de televisión, todo el material gráfico al que se podía acceder y finalmente a mis propias divagaciones y ensueños inherentes a la niñez. Mucho después, el aprendizaje, fruto del ejercicio constante, le fue dando al dibujo connotación de lenguaje expresivo y se convirtió en una herramienta eficaz, para dar rápidamente cuerpo a las ideas. La impaciencia ha sido un motor y el dibujo su aliado. Con el tiempo aparecen otros materiales, pero incluso la pintura se me agrega como una posibilidad más para dibujar, explorando el fluir de las aguadas que aparecían tras los trazos dibujados. El color no se me da espontáneamente y cuando debí aplicarlo en los ejercicios de pintura, si bien los abordé con cierta corrección, no tenían esa fuerza vital que encontraba en los ejercicios de dibujo. Lo austero de la línea y su graduación siguen siendo de mi máximo interés. Pinto por el gusto de pintar. Asumo el acto de pintar como una acción natural y básica, al prolongar en el gesto y la inscripción una intención expresiva. En relación a mi modo de trabajo, es fundamentalmente el gesto y la acción rápida y espontánea, por lo que también surge el azar como otro factor del proceso. Pero así como este le añade la fuerza vital de lo espontáneo, también suele ser un recurso muy usado por artistas para disimular los ripios del autor. La temática de mi trabajo se ha ido perfilando en relación con lo que a mí me inquieta o interesa perceptivamente del entorno. Es el resultado de un enfoque de otros planos mentales de mi modo de percibir la realidad. Son en general ejercicios. Mis obras más satisfactorias son precisamente eso, ejercicios que se realizan con esa libertad y esa apertura. Revisando antiguos trabajos hasta hoy, lo primero que salta a la vista es obviamente la predominancia del dibujo y la reiteración sostenida de la figura humana. No sé exactamente como empezó la atracción por ella, supongo que fue el potencial expresivo de esta, al apreciar un buen dibujo y la estimulante dificultad para sortear los problemas de superficie, luz, sombra, color o las proporciones en la estructura, escondidos bajo la piel y la musculatura. En otro plano, la figura humana resuena como reflejo de identidad colectiva y su gran carga expresiva. Suelo dibujar rostros no literales o académicos, rescatando elementos expresivos mínimos, que van armando figuras, puestas como cosas, estáticas y con leves gestos. Espero que esa economía, pueda imponerse y amplificarse en la percepción. Rostros, cuerpos en situación pasiva, expuestos a la intemperie, al deterioro y a la propia y descarnada contemplación. El cuerpo se cubre, se ornamenta y codifica, se esconde, se asemeja y clasifica, pero el rostro está siempre allí, desnudo, despojado, limpio. En ocasiones, la figura humana aparece rodeada de un fondo básico, que provea cierta atmósfera. Quizás también, algún elemento que tensione o refuerce la composición. No pretendo hacer una descripción de rigor académico ni “realista” de los temas que me interesan, sino lograr mediante la economía de recursos, síntesis formal, pero con el desparpajo del goce visceral por el trazo, toda la profundidad y significado que pueda dar mi particular enfoque. A pesar de las diversas manifestaciones visuales que me interesan, sigo necesitando que estas me sorprendan a primera vista, “emotividad pura”, enamorarme de ellas en la primera pasada, aunque luego se conviertan en una experiencia más racional y reposada y tal vez pierdan el interés. El tratamiento que doy a las obras, es el propio de un trabajo que se resuelve con rapidez, como lo serían el croquis o el boceto, es decir, sin reparar tanto en el detalle o modelado, partiendo desde trazos sueltos o leve aguada, para luego ir determinando el dibujo, teniendo, tal vez, un esquema en la mente de lo que pretendo, pero sabiendo que la imagen final debe aparecer en el procedimiento directo. A menudo, la idea inicial es vaga y no tengo la seguridad de una visión previa o acabada de lo que busco. Esta va apareciendo en el proceso, lo que hace más estimulante el trabajo. Para que el tema se complete (rápidamente aprovechando el impulso) uso como modelo mis propios gestos ante el espejo, lo que a la larga ha producido cierta similitud en la galería de rostros que pueblan mi cuerpo de trabajo. Con la mancha y el color busco solidez y espontaneidad, el color no debe ser “relleno” sino incluso estructural en la imagen. Un goce personal es explicitar el proceso, manteniendo las correcciones a la vista. A veces se hace necesario un gran formato que permita la soltura gestual, la mano, el brazo, todo el cuerpo se involucra.

René Moya


Biografía
René Alfredo Moya Vega, nace en Santiago de Chile en 1961. Licenciado en Artes Visuales de a Universidad de Chile, con mención en pintura. Alumno de Rodolfo Opazo, Enrique Mtthey y Adolfo Couve. Desde su egreso de la Facultad, desarrolla su labor artística en paralelo a la de ilustrador, para las principales Editoriales del país y otras en el extranjero, Agencias de Diseño y Publicidad. Además tiene a su haber múltiples exposiciones de obras de arte en selecciones de convocatorias concursables y muestras individuales. Ha realizado docencia en diversas casas de estudio, especializándose en las áreas de Dibujo Figura Humana, Pintura, Aerografia, Acuarela, Carboncillo, Técnicas de expresión gráfica, Modelado, Edición Digital, etc. Participando también en diversos proyectos de arte Público. En el último tiempo ha agregado con entusiasmo, aunque de forma incipiente, al linograbado en su quehacer creativo.
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