ignacio mora /Chile
La espuma del café dibuja delicadamente una silueta; el vapor empaña mi vista.
Cuando recupero el foco, la figura ha desaparecido, dejando un abismo que se extiende con mesura. Pienso en el retorno a la corporalidad: la necesidad háptica de experimentar con la mirada y la imaginación, y en cómo el deseo persiste, incluso en tiempos de pantallas. Recuerdo un pasaje de Thomas De Quincey: “Sea lo que sea, fue desde entonces, en medio de las aguas levantadas del océano, donde la figura humana se mostró primeramente…”. Volteo la página; una cortina deja pasar un poco de claridad: detrás, el centro de Santiago. Los rostros maldicen y se pierden en la indiferencia; se cruzan y disuelven. Salgo a recorrer calles que prometen rutas desconocidas, sensaciones nuevas, recuerdos extraviados. Desde un angosto callejón, cafés y restaurantes simulan hogares inaccesibles. Una mujer atraviesa con urgencia una calle, se esfuma entre la multitud. Un lanzazo en moto corta la escena. Más allá, estudiantes cimarreros fuman marihuana, muertos de frío. En el pavimento, de pronto, una mancha me recuerda a los retratos de Auerbach. Carteles de lencería cubren las esquinas. Un punk de mechas rojas se rasca el cuello mientras fuma con desgano. Fetiches colectivos reaparecen: estereotipos de la cultura americana de los cincuenta, íconos publicitarios que juegan con la nostalgia del transeúnte.
Cuando recupero el foco, la figura ha desaparecido, dejando un abismo que se extiende con mesura. Pienso en el retorno a la corporalidad: la necesidad háptica de experimentar con la mirada y la imaginación, y en cómo el deseo persiste, incluso en tiempos de pantallas. Recuerdo un pasaje de Thomas De Quincey: “Sea lo que sea, fue desde entonces, en medio de las aguas levantadas del océano, donde la figura humana se mostró primeramente…”. Volteo la página; una cortina deja pasar un poco de claridad: detrás, el centro de Santiago. Los rostros maldicen y se pierden en la indiferencia; se cruzan y disuelven. Salgo a recorrer calles que prometen rutas desconocidas, sensaciones nuevas, recuerdos extraviados. Desde un angosto callejón, cafés y restaurantes simulan hogares inaccesibles. Una mujer atraviesa con urgencia una calle, se esfuma entre la multitud. Un lanzazo en moto corta la escena. Más allá, estudiantes cimarreros fuman marihuana, muertos de frío. En el pavimento, de pronto, una mancha me recuerda a los retratos de Auerbach. Carteles de lencería cubren las esquinas. Un punk de mechas rojas se rasca el cuello mientras fuma con desgano. Fetiches colectivos reaparecen: estereotipos de la cultura americana de los cincuenta, íconos publicitarios que juegan con la nostalgia del transeúnte.
II
Me interno en galerías con tiendas ortopédicas y quioscos saturados de revistas. Pasillos conducen a zapaterías y sex shops; largas filas se extienden en bancos y centros comerciales. Cafés con piernas tras vidrios polarizados, vitrinas con maniquíes de medias azules. Basura desparramada, mendigos buscando alimento, prostitutas, coquetas a plena luz, un oficinista apurado devora una dona. Todo se confunde: perfumes empalagosos, gritos de comerciantes, grasa dulce de McDonald´s, músicos callejeros, discusiones repentinas, maniobras torpes de repartidores drogados. Entre tanto estímulo, apareció la Muerte. Caminaba deprisa, mirando su celular, como si buscara a alguien. —¡Cuidado, viene un auto! —le advertí. Levantó la cabeza y me miró; su rostro ausente parecía decir que no me entrometiera.
Suspiró, como un animal, y siguió su camino.
Suspiró, como un animal, y siguió su camino.
III
La ciudad se apagó, arrastrando la última luz. Por la noche, las imágenes del día regresan: cuerpos sobre un telón blanco, sin sombras, todo homogéneo, como luz invernal. Entre ese blanco absoluto la llovizna se agita, seca y punzante, como arpegios de Paganini. Lo sagrado se ha retirado. Sin embargo, el instante se abre al disfrute: el cuerpo como paisaje, el deseo como materia.
Ignacio Mora (Chile,1991)
Artista visual egresado de la Universidad de Chile, que explora un enfoque gestual y matérico del arte en diálogo con referencias literarias, cinematográficas e históricas, ofreciendo un contrapunto crítico frente a la virtualidad de la imagen. Ha expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo, Galería D21, Galería Artespacio, Centro Cultural Casa Quemada, Casa de la Cultura Víctor Jara, Sala Juan Egenau y la exposición itinerante Haces Falta. Parte de su trabajo integra colecciones privadas y encargos. Ha sido beneficiario de la Beca Chile-Crea (Fondart 2023) y seleccionado en el IX Concurso Artespacio Joven (2024). Combina su práctica artística con la docencia en dibujo, color y escritura en la Universidad de Chile.