Claudio Miranda /Chile
Cortar y pegar imágenes está en la base del trabajo visual de Claudio Miranda. El suyo es el ojo del coleccionista y del mirón. También el del nostálgico que atesora recuerdos inútiles y estampas que no figuran en álbum familiar alguno. Residuos perdidos, restos de un naufragio histórico que el artista reproduce meticulosamente en la tela o el papel, procurando que la huella del lápiz conserve la impronta del tiempo y la textura del soporte. Porque lo que con oficio celoso perpetúa Miranda es el imaginario de un mundo que desapareció. Bares poblados por hombres de traje y bigote, vedettes con tocados de plumas, comidas en salones de té. Sí, puede resultar nostálgico, pero aquello está muy lejos de detenerse ahí. El artista quiebra la ilusión y la continuidad propias del idilio retro, para desarrollar un trabajo de corte y pegado que bebe tanto del diseño editorial como del montaje cinematográfico. Los contrastes y asociaciones muestran la fascinación del artista por aquellos fragmentos e incita al espectador a tejer historias que solo existen en la superficie de la obra. Si el destino de aquellas imágenes, era su inevitable desaparición bajo el aluvión mediático contemporáneo, el artista porfía el destino, aquel y las rescata de la fosa común para hacerlas comparecer como una cosa otra. Restos convertidos en los fotogramas de dibujos que parecen los anuncios de unas películas jamás filmadas, pero posibles. Desde ahí, Miranda, el cuentista visual, escribe una narrativa sugerente que apela al presente desde un pasado inasible. Una de sus obras recientes pone en escena dos imágenes dispuestas en un formato particularmente alargado. En la base una escena de bar compuesta por cuatro varones. El del primer plano es calvo, luce bigote y una sonrisa insegura. Su cabeza, ya casi calva, coincide con la rodilla de una gran figura femenina. La mujer, de pantalones ajustados y cabellera larga, sostiene una cámara de cine, con un lente que asemeja el cañón de una pistola. La camarógrafa tiene una escala mucho mayor que sus compañeros de escena, ella mira hacia nuestra izquierda, ellos ajenos a todo, conversan entre sí, en una lejana tarde en los años 60. Miranda, pinta entonces unas escenas que cargan consigo las señas de una época y unos lugares desaparecidos, pero que vuelven a unirse a través de las pulsiones presentes. ¿Cómo leer -sino- la tensión entre hombres y mujeres impresa en su relato? Con la ventaja que da el presente, mirando, mira el pasado y escruta entre sus signos, para revelarnos nuestra genealogía.
César Gabler Santelices
Palabras del artista
En mi trabajo de construcción de la imagen, en esta serie, parto desde la visualidad, no de la palabra. Ocupo figuras, símbolos, fotografías de mi archivo, los mezclo, dirijo, contradigo de manera que se provoque una tensión entre ellos, para concluir en una especie de collage que me permita acercar a la realidad esa especie de mundo inmaterial que contiene la fotografía, ese recuerdo inasible recobrando a nuestra memoria colectiva. Una “Proyección” a la manera de las salas de cine, una especie de visualidad de lo muerto a la manera de Raúl Ruiz y que habita nuestro espacio poniendo en duda nuestra percepción de la realidad a la manera de otro gran americano, Don Juan Rulfo, Almas en pena del alma. Todo este trabajo está hecho por la proyección de una fotografía que fijo por medio de lápiz grafito y de color sobre telas con bastidor de 3 cm, en algunas zonas aplico pintura Acrílica, todas selladas con fijador Spray y listas para ser colgadas en la Galería. Han sido hechas desde el año 2021 hasta la fecha.
Claudio Miranda